sábado, 28 de mayo de 2011

Baño en Solentiname

No aguanto el calor y me baño en Solentiname. Al diablo con todo lo que había pensado hasta entonces sobre el humor de las aguas del lago Cocibolca. Sí, ya se que está contaminadoo y que le entra mierda por todos lados, y que ahora mismo que empezó a llover, el lago Xolotlán de Managua en una especie de desquite con la humanidad que no tuvo reparo en volverlo una cloaca, le deja ir su peor descarga al Cocibolca por el río Tipitapa. Basura licuada, el gancho al hígado de un boxeador en el tercer round. Los expertos dicen que estos lagos se conectan solo cuando llueve. Tengo mis dudas, pero como no tengo como probarlo, valido la tesis con desconfianza. Ahora solo quiero que, desde este extremo, el agua me refresque todos los poros. Desde hace rato, la piel se me ha puesto como una esponja de sudor por el calor. El sol me estruja y me hago chorros. Mientras más cerca se está de un río, un charco, un lago, o cualquier espejo de agua, tengo la sensación de que es mayor el sofoque. Más desesperante. Demoledor. No me dan ganas ni de ver para arriba para saber por dónde anda ese huevo frito que continuamente, e injustamente, acabamos odiando los managuas. Las gotas de sudor se han fundido con
el polvo que eleva el viento, y se forman bolitas pegajosas. Mi cuerpo y los otros cuerpos parecen una fábrica de plastilina con sabor a sal. Solo falta la mano traviesa de un niño para inventar figuras con ella. Cuando me baño la plastilina se troca en gelatina. Es verdad en Solentiname, tal vez por el paisaje embriagador –islas de un verdeazuloscuro, con garzas sobrevolando y el silencio anhelante- uno se olvida de cualquier mal olor, mal sabor, y de la posibilidad casi remota de descubrir un submarino humano. Me baño. Nado un rato. Me abandono en este extremo del Cocibolca. Me sumerjo y no veo nada. Siento alivio como lo sentí en Puerto Díaz, el día que bebí agua del grifo, porque si a los demás no les pasada nada por beber agua que viene del lago, a medio filtrar, por qué a mí sí? Nada pasa ni por beber se me juega el estómago, ni por bañarme salgo con picazón como me han dicho algunos que le pasa en algunos Cárdenas. Es todo lo contrario. Saco la cabeza del agua como tortuga y me quedo extasiada con el atardecer de Solentiname. Me quedó ahí hasta que el cielo cierra los ojos y anochece.