domingo, 14 de junio de 2009
la bota sobre el buzo
Un buzo miskito en el suelo, dominado por la bota de un policía, más justamente, por la de un antimotín, uno de esos remedos de robocop que la Policía Nacional exhibe para sus momentos estelares. Casi siempre, en los últimos tiempos, para moler a palos a gente que, sin exagerar, podríamos llamar inocentes. Gente que intente defenderse de las injusticias corriendo en chinelas con lo que tiene a mano: con gritos, piedras y machetes. Gente pobre, desesperada como los buzos que se rehúsan a que les paguen un dólar y medio por libra de langosta que ellos sacan del mar a riesgo de morir debajo de las aguas turquesas a causa de una embolia cerebral –o parapléjicos, en otro cuadro de la desgracia silenciosa del Caribe - y que su única forma de llamar la atención es contribuyendo al desorden y al caos, en un lugar, Bilwi, que ya vive en desorden y caos, dentro de un país que antepone la palabra resignación por otra que nunca ha conocido: estabilidad. La revuelta de los buzos ocurre desde el martes, en este país que nadie entiende, donde desgobierna un hombre que celebra, con pataletas, el retiro de la ayuda del “imperio” y se arrodilla ante un emperador naciente. Leo que los buzos miskitos, y hay que repetirlo porque el noventa por ciento son de ellos son de esa etnia, retuvieron por unas horas al alcalde de Bilwi, y que los moravos, los mismos que en el siglo pasado hicieron olvidar su lengua a los ramas en el Caribe sur, llegaron a rescatarlo. ¡Qué oportunos los moravos! Siempre del lado del poder. En los años que llevo yendo a la costa, nunca he escuchado que hagan algo por los más de 700 buzos que están tirados en sillas de ruedas en sus ranchos de tambo, con la mitad del cuerpo inservible. Sólo espero que no cese este reclamo, que tampoco alcanzan a imaginar – y lo mejor ni les importe- los que pagan más de 20 dólares por un plato de langosta extraída desde las costas de Bilwi, donde el viernes pasado, un policía plantó su bota cobarde sobre la humanidad del hombre que se juega el único bien que tiene, la vida, por sacar este manjar del mar.
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