lunes, 25 de mayo de 2009

Voces de mayo III

Sopa de res en el Four Brothers

El Four Brothers es un rancho de madera que por dentro parece un barco suspendido por olas de socas, calipsos y reggae. Olas que se atropellan, se cruzan y se revientan en paredes pintadas de colores rastafari (amarillo, verde y rojo) y con la cara de Bob Marley. Olas que arrastran a los que no le temen al barrio Punta Fría, y a los que pueden surfear en la espuma rauda de un palo de mayo, lo mismo que en las aguas mansas de una balada reggae de Eric Donaldson, a la que no hay que entender sólo dejarse llevar por unas manos que aprieten como tenazas. Son dos las puertas del Four Brothers. Una que está al frente del callejón, el mismo donde existió El Caimito, otro rancho mítico de la movida bluefileña. Y la de atrás, que lleva a un patio chiquito donde está colgada una luz amarilla tan moribunda como el agua de la bahía que en la noche se ve plateada. A la par están unas bancas desde donde se ven algunas cosas, como la puerta de un inodoro y el lavatrastos de la cocina en la que se prepara una poderosa sopa de res los domingos agonizantes. Como fieles en un sábado de resurrección, los seis caímos al rancho por la sopa. Pateamos medio Bluefields para resucitar con ella. A mí, que no soy muy afecta a la sopa a ninguna hora, de todas maneras me sonaba extraño ir hasta el Four Brothers expresamente por una pana con caldo de res. Pero ya me había enganchado en la ola desde antes de llegar, así que fui. Las sirvieron en vasos descartables y en tazas. El envase nos valió un pito. Lo importante fue el caldo. Lo importante fue el jugo de la carne y las papas. Lo importante en el fondo fue que sudamos desgracias, carcajeamos frustraciones y después nos desquitamos en la pista con un par de palo de mayos. Todos nos mecimos en las olas del Four Brothers. Todos menos uno que no disimuló su voyeurismo. Los otros se avivaron al punto que buscaron en los rincones del rancho, entre las mesas que están dispuestas a un lado de la pared como en una fiesta de comunión, ojos prendidos con ganas de mecerse hasta el filo de la madrugada. Fue un domingo menos en el Four Brothers.

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